La terapia manual sigue siendo una herramienta clave en fisioterapia musculoesquelética. No por tradición, sino por su capacidad demostrada para modular el dolor, restaurar el movimiento y facilitar la función, especialmente cuando se aplica dentro de un plan terapéutico estructurado.
En los últimos años, la comprensión de sus mecanismos de acción ha cambiado radicalmente. Lejos de pretender “realinear” estructuras o “corregir” disfunciones estáticas, las técnicas manuales tienen como principal efecto la modulación del sistema nervioso, tanto a nivel espinal como cortical. Este cambio de paradigma, fundamentado por autores como Barbero et al. (2023), obliga al fisioterapeuta a abandonar intervenciones protocolizadas para aplicar la terapia manual desde el razonamiento clínico, la individualización y la integración funcional.
Este artículo aborda de forma crítica y práctica cómo aplicar la terapia manual desde el modelo neurofisiológico actual, integrándola con el ejercicio terapéutico, el control motor y la educación del paciente.
Numerosos estudios neurocientíficos han demostrado que los beneficios de la terapia manual no dependen de una corrección estructural observable, sino de la interacción sensorial entre el estímulo manual y el sistema nervioso central.
La estimulación táctil, mecánica o de alta velocidad activa regiones como la sustancia gris periacueductal, el tálamo y la corteza somatosensorial, que regulan la percepción del dolor mediante neurotransmisores inhibidores como las endorfinas, la serotonina y la noradrenalina.
Las aferencias de bajo umbral (Aβ) que se activan con la terapia manual inhiben las interneuronas del asta dorsal, reduciendo la transmisión nociceptiva de las fibras tipo C y Aδ. Esto se traduce clínicamente en hipoalgesia inmediata.
En pacientes con dolor persistente, se han detectado alteraciones en el homúnculo somatosensorial. La estimulación manual focalizada puede mejorar la discriminación sensorial y restaurar la organización funcional de la corteza, facilitando una respuesta motora más eficiente.
Al reducir el dolor y normalizar la entrada sensorial, la terapia manual mejora la activación de músculos inhibidos (por ejemplo, multífido o glúteo medio), optimizando patrones motores sin necesidad de intervención voluntaria directa.
La terapia manual no es un recurso universal, pero cuando está bien indicada puede ser determinante para:
El razonamiento clínico es clave. La terapia manual no sustituye al ejercicio, pero puede abrir la puerta para que este sea posible y efectivo.
Oscilaciones o tracciones articulares en grados progresivos, útiles para restaurar juego articular y disminuir dolor. Su eficacia ha sido documentada en cervicalgias, lumbalgias mecánicas, capsulitis adhesivas y gonartrosis.
Movimientos rápidos de pequeño rango aplicados sobre segmentos hipomóviles. Aunque su acción biomecánica es limitada, su impacto neurofisiológico es significativo, especialmente en dolor lumbar y cervical no específico.
Incluyen presión mantenida sobre puntos gatillo, estiramientos asistidos y liberación fascial. Buscan modificar el tono muscular, reorganizar restricciones del sistema fascial y mejorar el control propioceptivo.
Movilización de nervios periféricos para mejorar su mecanosensibilidad. Está indicada en síndromes de atrapamiento, radiculopatías y disfunciones por restricción del sistema nervioso periférico (SLUMP, SLR, ULNTT).
Una revisión de Barbero et al. (2023) muestra que la terapia manual, bien aplicada, tiene efectos clínicamente relevantes en:
Además, el análisis de múltiples ensayos clínicos controlados indica que su efecto es significativamente mayor cuando se integra con ejercicio terapéutico que cuando se aplica de forma aislada.
Esto refuerza la idea de que la terapia manual no debe utilizarse como intervención pasiva repetitiva, sino como facilitador de la rehabilitación activa.
En todos estos cuadros, la terapia manual aplicada con razonamiento clínico mejora la tolerancia al movimiento, desbloquea patrones de protección y prepara el sistema musculoesquelético para la carga funcional.
El uso de terapia manual requiere más que habilidad técnica. El fisioterapeuta debe:
Aplicada con estos principios, la terapia manual se convierte en una herramienta educativa, sensorial y funcional, no en una intervención pasiva.
Para aplicar correctamente la terapia manual en la práctica clínica, es fundamental una formación específica que supere el enfoque protocolizado. En este sentido, el curso online de FisioCampus “Terapia manual aplicada a las patologías más frecuentes encontradas en la práctica clínica” ofrece una excelente oportunidad de actualización.
Esta formación combina:
Ideal para fisioterapeutas que desean aplicar técnicas manuales con criterio, adaptadas al perfil de cada paciente.
La terapia manual es eficaz. Pero no por lo que hace una técnica aislada, sino por cómo se inserta dentro de un proceso terapéutico lógico, basado en la evaluación clínica, el conocimiento neurofisiológico y la integración funcional.
Usada con precisión, permite romper ciclos de dolor, restaurar movimiento y facilitar la reeducación motora. Pero requiere formación, razonamiento y criterio para evitar su mal uso como intervención pasiva o protocolaria.
El fisioterapeuta que domina la terapia manual no es quien más maniobras conoce, sino quien sabe cuándo y por qué aplicarlas, y cómo integrarlas para lograr una recuperación real y sostenible.